viernes, 22 de enero de 2021

El último álamo de la Alameda (Árboles extraordinarios #8)

 


PLA DEL REAL
Exposición.

El día es frío y el cielo está gris, como a punto de romperse para llover. El paseo matutino me lleva esta vez por la Alameda. Busco el camino de tierra que está junto al pretil del río, parece más resguardado del ruido del tráfico, aunque peligra por el viento sobre los árboles. 

Árboles que agitan sus ramas con violencia, como enfadados en este día de invierno. Acelero el paso al tiempo que contemplo el follaje sacudiéndose sobre mí, como las olas de un mar tumultuoso. El siseo de las hojas frotándose unas con otras, hacen una especie de cacofonía que parece decirme: Estoy aquí… Estoy aquí…

El álamo oculto entre otros árboles del paseo. 

Con curiosidad sigo ese antojo de voz anciana que parece llamarme y es cuando lo encuentro, oculto entre otros arboles que se agitan guiados por el aire, veo un álamo. El único superviviente de todos los álamos que en un tiempo atrás se hallaban plantados en la orilla del Turia y que dio nombre a la vía: Paseo de la Alameda.

Un paseo cuya historia es tan larga como él mismo, pero eso os lo relataré otro día, callejeros. Nuestro árbol protagonista de hoy es uno de los muchos que plantó Lorenzo Llop a petición del intendente del Reino de Valencia, Rodrigo Caballero, en 1714 para la mejora de este paseo destinado a las horas de recreo de los nobles de la ciudad y la decoración de la entrada al Palacio del Real.

La estructura dieciochesca del paseo consistía en una vía de 825 metros de longitud, formada por dos calles de 15 metros para carruajes, caballos y calesas. Dichas calles estaban separadas por una tercera destinada para paseantes.

 

Antiguo grabado de la ciudad donde se ven los álamos.

Un lugar de bastante belleza para la época, dónde podían los valencianos antiguos encontrarse los álamos. Unos frondosos árboles que les proporcionarían abundante sombra en verano, pues constan de unas ramas robustas y una copa muy ancha. Razón por la que perfectamente pueden vivir 400 años, siendo como característica  de los ejemplares más antiguos una corteza gris agrietada. Que alcanza hasta 30 metros de altura, y sus hojas tienen forma de corazón.

Detalle de la corteza vieja del álamo.

Fueron escogidos porque tienen un porte esbelto y elegante, siendo recurrentes para engalanar avenidas, como lo fue en el pasado el Paseo de la Alameda, una ubicación perfecta, pues la cercanía del río mantenía la humedad necesaria en el terreno para que ellos pudieran absorber toda la cantidad de agua necesaria para desarrollarse.

Se cuenta una vieja leyenda procedente de Grecia, que el dios Hades, rey del mundo de los muertos, se enamoro de una joven llamada Leuca. De su relación surgió el álamo, símbolo de su amor.

Cuando la mujer murió, el dios Hades hizo que crecieran álamos en los rincones de los Campos Elíseos, donde llegaban las almas de todas las personas muertas. Una leyenda que se hizo con el tiempo realidad, pues surgió la tradición de cultivarlos en cementerios y en monumentos funerarios.

Desde entonces los álamos se encuentran vinculados al tema de la muerte, crecen en lugares yermos, pues no necesitan tierra de gran calidad, solamente un poco de agua. Por desgracia nuestro álamo de la alameda también está vinculado al tema de la muerte, pues se está muriendo. Es el último de su especie, el superviviente de aquellos hermosos álamos que crecieron en la Alameda hace ya un poco más de 300 años.



Así que callejero, antes de que el viento pueda romper su maltrecha presencia, ve a visitarlo, observa a este viejo soldado que aún se mantiene en su fila, y ríndele honores con tu presencia, pues tal vez, cuando tu alma muera y llegues a los Campos Elíseos te encuentres con el y te ofrezca su sombra para descansar para toda la eternidad.