martes, 28 de junio de 2022

El Dios de los Árboles de Valencia (Esencias de Valencia#9)


El Ficus del Parterre
Fotografía: I. Balensiya.

CIUTAT VELLA
La Xerea. 

Callejero, hoy 28 de junio es el día de los árboles. Es por eso que quiero hablarte otra vez de un árbol muy especial que lleva plantado en la ciudad 170 años: el ficus del Parterre. 

Desde la noche de los tiempos que los árboles han representado el Ciclo de la Vida. Un tema que se recoge en muchas culturas a lo largo y ancho del planeta Tierra. 

Desde muy antiguo, los pueblos han sabido venerarlo con esmero, llenándolos de leyendas, magia y poderes sobrenaturales y medicinales. En ocasiones tomándolos como emblema para representar nobles apellidos o nombres de aldeas. 

Los árboles son nuestros grandes protectores, nos dan oxígeno limpiando el aire que respiramos, nos dan fresco en verano, sombra cuando hay sol, frutos cuando hay hambre, flores para alegrarnos la primavera y se sacrifican por nosotros para darnos luz y calor al quemarlos. Además de papel para escribir sus memorias, mientras estamos ante un escritorio, sentados en una silla y bajo un techo construido con sus maderas. 

Los árboles son esos padres amorosos y sacrificados que lo dan todo por proteger a sus hijos, hasta su propia vida. Un pensamiento que hoy en día, con las prisas de esta sociedad motorizada e industrializada llena de plásticos y materiales sintéticos, no nos paramos a pensar; salvo unos pocos que vamos aún caminando y tenemos tiempo para sentarnos bajo la sombra de los árboles para meditar sobre la vida. 

Los árboles nos han dado la vida, y muchos fueron sacrificados para que hoy en día seamos lo que somos, y hayamos evolucionado, pero por desgracia los estamos olvidando. 

Yggdrasil el árbol de la vida.



Existen árboles muy famosos en la historia como es el Árbol de la Vida, también conocido como "el Árbol Cósmico", que representa la creación y la ubicación de los mundos. Está estructurado en tres niveles: las ramas el cielo, donde habitan los dioses y están los frutos de los cuales salen las semillas y surge la vida, que solo las deidades pueden otorgar. 

Después el tronco, el centro, dónde vive el Hombre, que solo tiene una misión: cual hormiga debe recorrer la corteza del árbol divino: hacía arriba en busca de la espiritualidad, o hacia abajo buscando la perdición. 

Por último, las raíces que se adentran en la tierra, representa el mundo subterráneo, el mundo de los muertos. Dónde el árbol se alimenta de la sustancia de aquellos que ya quedaron atrás para poder crecer y dar frutos para una nueva vida. 

Estos preceptos son los que marcan, la llamada "Religión del Árbol". 

Somos muchas las personas que llevamos el emblema
de la religión del árbol colgando sobre nuestro corazón. 

Otro ejemplar en la mitología es el Árbol de las Hespérides de Grecia, que estaba custodiado por fieros monstruos impidiendo a los hombres comer los frutos portadores de la vida eterna. Una explicación divina al hecho de porque hay especies de árboles que pueden vivir cientos de años, pareciendo a los ojos del humano, inmortales. Por lo tanto, divinos. 

Representación del manzano divino con sus fieros guardines.

Cabe mencionar al Árbol del Conocimiento, dando constancia de la importancia de lo espiritual sobre lo material. Símbolo central en las religiones monoteístas judeocristianas donde se dice que se trataba de un manzano de apetitosas y tentadoras frutas, que hizo que pecaran Adán y Eva después de comer su fruto prohibido, ambos fueron expulsados del Paraíso. Conociendo así la dualidad del Bien y el Mal, la moral limpia, el pecado de la sexualidad y el pudor de la desnudez que durante siglos ha estado en la conciencia de las personas. 


La manzana de la tentación del árbol divino. 

En los pueblos celtas, los árboles eran sagrados, cada uno de ellos tenía cualidades: Pino, inmortalidad y prosperidad. Cedro, purificación y espiritualidad. Sabina, vida y protección. Roble, fuerza y valor. Acacia, amor y belleza. Higuera, iluminación y adivinación. Manzano, sabiduría y meditación. Olivo, victoria y paz. Olmo, riqueza y negocios. Castaño, malas energías y viajes. Álamo, muerte y resurrección. Por último el naranjo, suerte y salud.

Uno de los muchos calendarios y zodiacos celtas de los árboles.

De todos ellos, el más sagrado era el roble, pues otorgaba la fuerza y el valor para enfrentarse a todo. Para Roma también era un árbol sagrado pues con su madera era la única que podía alimentar el fuego de las vestales. En cambio, para los griegos fue el olio, pues de su fruto salía el aceite que servía para preparar alimentos, para alumbrarse y sanar el cuerpo con masajes. No es de extrañar que fuera el árbol de la diosa Atenea, la protectora de Grecia que curiosamente era representada en una lechuza, esa ave nocturna que suele dormir en las oquedades de las oliveras. 

Otro árbol divino sería el caso del Laurel, en el cual Zeus convirtió a su hija Dafne tras ser perseguida por Apolo para así salvaguardarla. Es por eso que las hojas del Laurel nunca se pudren, solo se secan y se conservan, porque es el cuerpo de la hija de uno de los dioses más poderosos del Mediterráneo. 

Apolo y Dafne. Piero Pollajuolo (1441-1496)


En Egipto el árbol divino seria el Sicomoro, pues con su resina se obtenía el apreciado bálsamo para momificar a las momias. Mientras si vamos hacía el oriente encontramos los poderosos ficus, donde Buda se sentó para descansar y meditar, y que ahora con sus fuertes raíces engullen templos abandonados y en ruinas por toda la India. 

Sicoromo


Es precisamente uno de esos ficus macrophylla de majestuoso tamaño que fue traído a Valencia, para ser plantado en el Parterre, es el enorme ficus de la "sombra de la Historia" como lo llamé una vez. 

Vista general del ficus del parterre. 

Un árbol que siempre ha cautivado la mirada de muchos y que invita a ser contemplado con devoción y respeto cada vez que pasas por su lado, observando como cada año que pasa, sus poderosas raíces van levantado un centímetro más del suelo, unas grietas más profundas en el banco y la balaustrada de piedra, la reja más torcida. Es el poder de ese grandioso árbol que bajo sus ramas se respira la espiritualidad en pleno centro neurálgico de la ciudad de Valencia. De entre todos los árboles que poseemos en nuestras calles es este sin duda alguna, el dios de todos ellos. ¡Contempladlo con calma! y veréis que no necesita ser el más alto, ni el más grueso, ni el mas longevo de todos. Simplemente es perfecto. Un ficus, una deidad vegetal que impone a todos nosotros y ha sobrevivido a todas las inclemencias del tiempo y de la Historia desde 1852. 

Riada de 1957, donde las aguas alcanzaron 3.20 metros de altura.
El ficus arriba a la izquierda.  

Todas las entradas de los árboles extraordinarios de Valencia, se las dedico a mi abuela, quien me enseño la afición por la jardinería, y el gusto por los árboles contándome las historias y nombres de todos ellos junto el de las flores. 

martes, 21 de junio de 2022

Los tesoros de las Arenas y la Malvarrosa. (Esencias de Valencia# 8)

Cristales de playa y conchas, los tesoros de nuestras playas.
Fotografía: Isabel Balensiya.

POBLADOS MARÍTIMOS
Malvarrosa

Callejero, el verano ha llegado ya a nosotros. Seguramente ya habrás visitado las playas, disfrutando de sus aguas y sobre todo paseado por las arenas de sus riberas, deteniéndote de vez en cuando a coger una concha, una piedrita, o si tienes suerte un fragmento de cristal rodado. Tal vez para alguien del interior, eso no sea más que “basuras”, pero tiempo atrás, apenas cien años, eso eran tesoros para los pescadores.

En las playas de la Malvarrosa y las Arenas, junto a la desembocadura antigua del rio Turia, antes de que el Puerto de Valencia se desplegara como lo hizo a finales de la década de los 60, allí había cabañas – por no decir chozas – dónde vivían los pobres pescadores. Aquellas almas humildes que fueron retratadas por el ilustre Joaquín Sorolla en sus afamados oleos.

El pescador - Sorolla (1904)

Esas gentes, apenas tenía para vivir. Si tenían buena pesca, subían con su carreta llena de pescado a  venderlo directamente a la ciudad de Valencia, 4 kilómetros que ahora no nos afectan debido a los transportes de motor  y las calles asfaltadas y acondicionadas. Pero apenas un siglo atrás, la Avenida del Puerto no era más que, el denominado Camino del Grao, una larga senda de tierra, con matorrales en sus orillas, flanqueada de campos y la acequia de Algirós. Un camino costoso en una tartana con tiro a caballo.

 

La playa de Valencia a la derecha, la ciudad a la izquierda y
y el Camino del Grao (Avd. del Puerto en verde) Al alrededor todo campos.
Coloreado y rotulación: Isabel Balensiya

En cambio, en las tierras del interior de Valencia, y en la propia ciudad, la única agua en la que podían pescar y disfrutar era la del rio Turia. El Turia, nuestro padre que nos otorgó la vida, pero que muchas veces embravecido, ha arramblado con todo a su paso: riberas del río, campos de cultivo, molinos… Pero sobre todo, aquellas humildes casitas de venidos de Teruel o de otras zonas, que al no poder costearse una vivienda en Valencia, las construían junto a los pretiles del Turia.

Casitas humildes junto al pretil del Turia dentro de Valencia (1949)

El rio cabreado arramblaba con todo, dejando al pobre labriego, aún más pobre y desvalido por su osadía de construir su vivienda dentro de la del rio. Arrastraba no solo las vallas de madera y los tapiales de barro y cal, sino también se llevaba los enseres y los animales del corral.

Aún así, el Hombre lleno de estupidez – o de soberbia – continuará construyendo su casa cerca de los caudales de los ríos, desecando su lecho, pensando que tal vez un muro podrá contener sus aguas. ¡Iluso de él! Cuando el río despierta cabreado, recuerda con orgullo cual es su sitio y vengativo lo reconquistará con la peor de las cruezas. Pasarán los siglos y en vez de mantener el lecho limpio de cañas y basuras, lo oprimiremos más. Sigue la vida del Hombre, pero también la del Rio con su obra de destrucción, arrastrando hacía el mar todo aquello que se le interpone a su paso.

De esta manera es como el labriego valenciano o turolense perdía su casa y los muebles que tanto esfuerzo le habían costado tener. En cambio, al humilde pescador de la Malvarrosa, que siempre ha estado velando la lenta muerte del Turia a los pies del Mediterráneo, se le es recompensado con la tragedia de otros. Cuando las revueltas aguas llegaban a su desembocadura comenzaba el acto más peligroso, el de salir con la barca a faenar; la de lanzarse a las turbias aguas llenas de barro del Turia, que con fuerza acababan en un mar impetuoso teñido de cobre terroso. Los pobres pescadores exponían sus vidas a la fuerza del agua, para rebuscar entre el fango, poder rescatar algún resquicio de aquellos enseres  que el Turia ha arrebatado al jornalero y al labriego en las tierras más altas de Valencia.

Ellos vivían en la más extrema de las pobrezas, en barracones de madera, o en humildes casitas cerca de la playa viviendo del pescado. En ese momento podían encontrar algún saco de grano de algún molino, para hacer pan. Alguna gallina o cerdo ahogado con el que hacer caldos o guisos para alimentar a los hijos y padres ancianos, aunque parezca increíble hoy en día.

Los grandes maderos, empalizadas o puertas servían para construir nuevas cabañas. Alguna cómoda, cama, sillas, ¡con suerte un espejo! – que haya sobrevivido al choque continuo de las aguas y los arrastrones – que antes lucían en las habitaciones de algún molinero o traídos con esfuerzo desde Teruel, eran el regalo perfecto para aquella pareja de novios pescadores, que estaban a punto de casarse. De esta manera podrían dotar su choza de algunas comodidades y arreglarla con estos muebles desvencijados, estropeados, con unas cortinas hechas de redes de pesca decoradas con conchas y el aire junto al salitre resecando las tablas de madera que conformaban su nuevo feliz hogar, hecho con los despojos y las tristezas de otros.

Una casa de pescadores valencianos. 

Así pues, callejero, esa tendencia decorativa llamada coastal beach que “inunda” nuestras casas de conchas marítimas, de adornos hechos con redes de pesca, cuerdas, maderas envejecidas y emblanquecidas, otras tintadas de azules, cristales de playa o esmerilados, que tan caros pueden resultarnos, no lo ha inventado un diseñador inspirado, sino nuestros antepasados pescadores en todas las costas del mundo.

Click y te enseño ideas de decoración

Es por eso, y en recuerdo de aquellos humildes, que te invito a reverenciarte, a inclinarte, e ir recogiendo algunas conchas, cristales, palitos de madera y te enseño como hacer algún adorno para tu casa o tu terraza para que, al contemplarlo, pienses en que la basura de algunos es un tesoro para otros.

¡Feliz Verano!

Disfruta del sol con moderación y mantén limpia de los sempiternos plásticos las playas.


Los materiales: Necesitas cristalitos de playa, piedritas, ramitas, conchas e hilo de nylon resistente. También loctite. 

Diversos cristalitos recolectados durante años
Fotografía: Isabel Balensiya. 

El sistema es tan sencillo como seleccionar las piezas, atarlas o pegarlas a los hilos y hacer crucetas con ramitas (o palitos de brochetas)

Elaboración de un diseño sencillos.
Fotografía: Isabel Balensiya. 


Ejemplo de como queda el movil de viento. 
Video: Isabel Balensiya. 

Ya con la técnica aprendida, es tan sencillo como ir juntando los tesorillos para ir elaborando estos curiosos y baratos adornos salidos del mar. 

Con palitos de brocheta y trocitos muy
 pequeñitos de cristal. 

Fotografía: Isabel Balensiya. 

También se pueden usar fragmentos grandes con trozos de cordón y una ramita pintada de blanco. 

Otro ejemplo ideal para decorar terrazas
Fotografía: Isabel Balensiya.
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Por último, si sois algo habilidosos, con los alicates y el alambre podéis hacer joyas marítimas y regalarlas a vuestros amigos del interior. Sin duda un detalle muy original porque no existirá pieza igual. 

Ejemplo de joya marítima.
Elaboración y fotografía: Isabel Balensiya.