martes, 21 de junio de 2022

Los tesoros de las Arenas y la Malvarrosa. (Esencias de Valencia# 8)

Cristales de playa y conchas, los tesoros de nuestras playas.
Fotografía: Isabel Balensiya.

POBLADOS MARÍTIMOS
Malvarrosa

Callejero, el verano ha llegado ya a nosotros. Seguramente ya habrás visitado las playas, disfrutando de sus aguas y sobre todo paseado por las arenas de sus riberas, deteniéndote de vez en cuando a coger una concha, una piedrita, o si tienes suerte un fragmento de cristal rodado. Tal vez para alguien del interior, eso no sea más que “basuras”, pero tiempo atrás, apenas cien años, eso eran tesoros para los pescadores.

En las playas de la Malvarrosa y las Arenas, junto a la desembocadura antigua del rio Turia, antes de que el Puerto de Valencia se desplegara como lo hizo a finales de la década de los 60, allí había cabañas – por no decir chozas – dónde vivían los pobres pescadores. Aquellas almas humildes que fueron retratadas por el ilustre Joaquín Sorolla en sus afamados oleos.

El pescador - Sorolla (1904)

Esas gentes, apenas tenía para vivir. Si tenían buena pesca, subían con su carreta llena de pescado a  venderlo directamente a la ciudad de Valencia, 4 kilómetros que ahora no nos afectan debido a los transportes de motor  y las calles asfaltadas y acondicionadas. Pero apenas un siglo atrás, la Avenida del Puerto no era más que, el denominado Camino del Grao, una larga senda de tierra, con matorrales en sus orillas, flanqueada de campos y la acequia de Algirós. Un camino costoso en una tartana con tiro a caballo.

 

La playa de Valencia a la derecha, la ciudad a la izquierda y
y el Camino del Grao (Avd. del Puerto en verde) Al alrededor todo campos.
Coloreado y rotulación: Isabel Balensiya

En cambio, en las tierras del interior de Valencia, y en la propia ciudad, la única agua en la que podían pescar y disfrutar era la del rio Turia. El Turia, nuestro padre que nos otorgó la vida, pero que muchas veces embravecido, ha arramblado con todo a su paso: riberas del río, campos de cultivo, molinos… Pero sobre todo, aquellas humildes casitas de venidos de Teruel o de otras zonas, que al no poder costearse una vivienda en Valencia, las construían junto a los pretiles del Turia.

Casitas humildes junto al pretil del Turia dentro de Valencia (1949)

El rio cabreado arramblaba con todo, dejando al pobre labriego, aún más pobre y desvalido por su osadía de construir su vivienda dentro de la del rio. Arrastraba no solo las vallas de madera y los tapiales de barro y cal, sino también se llevaba los enseres y los animales del corral.

Aún así, el Hombre lleno de estupidez – o de soberbia – continuará construyendo su casa cerca de los caudales de los ríos, desecando su lecho, pensando que tal vez un muro podrá contener sus aguas. ¡Iluso de él! Cuando el río despierta cabreado, recuerda con orgullo cual es su sitio y vengativo lo reconquistará con la peor de las cruezas. Pasarán los siglos y en vez de mantener el lecho limpio de cañas y basuras, lo oprimiremos más. Sigue la vida del Hombre, pero también la del Rio con su obra de destrucción, arrastrando hacía el mar todo aquello que se le interpone a su paso.

De esta manera es como el labriego valenciano o turolense perdía su casa y los muebles que tanto esfuerzo le habían costado tener. En cambio, al humilde pescador de la Malvarrosa, que siempre ha estado velando la lenta muerte del Turia a los pies del Mediterráneo, se le es recompensado con la tragedia de otros. Cuando las revueltas aguas llegaban a su desembocadura comenzaba el acto más peligroso, el de salir con la barca a faenar; la de lanzarse a las turbias aguas llenas de barro del Turia, que con fuerza acababan en un mar impetuoso teñido de cobre terroso. Los pobres pescadores exponían sus vidas a la fuerza del agua, para rebuscar entre el fango, poder rescatar algún resquicio de aquellos enseres  que el Turia ha arrebatado al jornalero y al labriego en las tierras más altas de Valencia.

Ellos vivían en la más extrema de las pobrezas, en barracones de madera, o en humildes casitas cerca de la playa viviendo del pescado. En ese momento podían encontrar algún saco de grano de algún molino, para hacer pan. Alguna gallina o cerdo ahogado con el que hacer caldos o guisos para alimentar a los hijos y padres ancianos, aunque parezca increíble hoy en día.

Los grandes maderos, empalizadas o puertas servían para construir nuevas cabañas. Alguna cómoda, cama, sillas, ¡con suerte un espejo! – que haya sobrevivido al choque continuo de las aguas y los arrastrones – que antes lucían en las habitaciones de algún molinero o traídos con esfuerzo desde Teruel, eran el regalo perfecto para aquella pareja de novios pescadores, que estaban a punto de casarse. De esta manera podrían dotar su choza de algunas comodidades y arreglarla con estos muebles desvencijados, estropeados, con unas cortinas hechas de redes de pesca decoradas con conchas y el aire junto al salitre resecando las tablas de madera que conformaban su nuevo feliz hogar, hecho con los despojos y las tristezas de otros.

Una casa de pescadores valencianos. 

Así pues, callejero, esa tendencia decorativa llamada coastal beach que “inunda” nuestras casas de conchas marítimas, de adornos hechos con redes de pesca, cuerdas, maderas envejecidas y emblanquecidas, otras tintadas de azules, cristales de playa o esmerilados, que tan caros pueden resultarnos, no lo ha inventado un diseñador inspirado, sino nuestros antepasados pescadores en todas las costas del mundo.

Click y te enseño ideas de decoración

Es por eso, y en recuerdo de aquellos humildes, que te invito a reverenciarte, a inclinarte, e ir recogiendo algunas conchas, cristales, palitos de madera y te enseño como hacer algún adorno para tu casa o tu terraza para que, al contemplarlo, pienses en que la basura de algunos es un tesoro para otros.

¡Feliz Verano!

Disfruta del sol con moderación y mantén limpia de los sempiternos plásticos las playas.


Los materiales: Necesitas cristalitos de playa, piedritas, ramitas, conchas e hilo de nylon resistente. También loctite. 

Diversos cristalitos recolectados durante años
Fotografía: Isabel Balensiya. 

El sistema es tan sencillo como seleccionar las piezas, atarlas o pegarlas a los hilos y hacer crucetas con ramitas (o palitos de brochetas)

Elaboración de un diseño sencillos.
Fotografía: Isabel Balensiya. 


Ejemplo de como queda el movil de viento. 
Video: Isabel Balensiya. 

Ya con la técnica aprendida, es tan sencillo como ir juntando los tesorillos para ir elaborando estos curiosos y baratos adornos salidos del mar. 

Con palitos de brocheta y trocitos muy
 pequeñitos de cristal. 

Fotografía: Isabel Balensiya. 

También se pueden usar fragmentos grandes con trozos de cordón y una ramita pintada de blanco. 

Otro ejemplo ideal para decorar terrazas
Fotografía: Isabel Balensiya.
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Por último, si sois algo habilidosos, con los alicates y el alambre podéis hacer joyas marítimas y regalarlas a vuestros amigos del interior. Sin duda un detalle muy original porque no existirá pieza igual. 

Ejemplo de joya marítima.
Elaboración y fotografía: Isabel Balensiya.


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