Cuenco de cerámica tradicional con las clásicas animetes de Tots Sants |
Camí Real
Callejero, mañana será 31 de
octubre, un día como cualquier otro en el calendario si no fuera porque está teñido
de “mortalidad”. Apenas quedan un par
de días para que sea 1 de noviembre, el día de Todos los Santos, y seguro que estarás ultimando los preparativos para ir al
cementerio. Tendrás las flores apalabradas en tu floristería para llevarlas
frescas a tus familiares y amigos difuntos, o bien ya habrás comprado el
arreglo para la jardinera del cementerio en alguna tienda. En cambio, tus hijos estarán
ilusionados porque mañana es Halloween.
Tal vez vosotros, abuelos, los habréis acompañado a comprar o ayudado a coser los
disfraces de vuestros nietos, para una fiesta extranjera con un nombre que ni
siquiera sepáis pronunciar correctamente, al mismo tiempo que decís que
antiguamente no se celebraba así.
Tenéis razón con lo de antiguamente, porque esta festividad que
va desde el 31 de octubre al 2 de noviembre, es mucho más antigua de lo que
vosotros creeis. Cómo la mayoría de fiestas que solemos celebrar, tiene un trasfondo
pagano, y para encontrarlo tenemos que remontarnos muy atrás en el tiempo… a la
Edad de Hierro.
El origen de esta festividad se
remonta al mundo prehistórico, concretamente a la cultura de los celtas, ellos
la llamaban: la fiesta de Samhain. Era
la fiesta nocturna de bienvenida al Año Nuevo.
Para los celtas, el año no se
dividía en 4 partes, como lo hacemos nosotros, sino en dos: la época de luz y
la época de oscuridad. Samhain era la fiesta que inauguraba la mitad de oscuridad del año y los celtas la
identificaban con el fin de un ciclo y el comienzo del siguiente. Por esta
razón, a esta festividad se le suele identificar como el Año Nuevo Celta, porque para ellos, el calendario estaba basado en
los ciclos lunares, comenzando el mes cada luna nueva, y sus meses duraban 28 días, por lo que su año constaba de 13 meses.
Por lo tanto, no podemos fijar con exactitud una fecha concreta para la festividad celta, pero solía celebrarse en la primera luna nueva, más aproximada, entre el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno, y constaba tres noches de fiesta. Que más o menos suele ocurrir cerca de los días 31 de octubre, 1 y 2 de noviembre. Estas noches se encontraban en mitad del mes de Samonios, que significa literalmente “fin del verano”, creyéndose, pues, que la palabra Samhain deriva del nombre de Samonios.
Por lo tanto, no podemos fijar con exactitud una fecha concreta para la festividad celta, pero solía celebrarse en la primera luna nueva, más aproximada, entre el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno, y constaba tres noches de fiesta. Que más o menos suele ocurrir cerca de los días 31 de octubre, 1 y 2 de noviembre. Estas noches se encontraban en mitad del mes de Samonios, que significa literalmente “fin del verano”, creyéndose, pues, que la palabra Samhain deriva del nombre de Samonios.
Ahora que sabemos un poco más de cómo
era el calendario celta, volvamos al tema de la fiesta. ¿Qué se celebraba
exactamente en Samhain?
Se conmemoraban dos aspectos. Por
un lado, era el fin de la cosecha, la mitad cálida terminaba y se recogían los
frutos del verano, se agradecía a los dioses y a la Tierra todo lo
concedido. Se acababa el tiempo de las cosechas y a partir de entonces, los
días iban a ser más cortos y las noches más largas. La gente se preparaba para los
días fríos. Era el fin del ciclo de la Tierra
Los celtas creían que para ese
día toda la cosecha tenía que estar recogida y si quedaba una parte no debía
tocarse, pues desde ese momento pertenecía a los espíritus. También, se solían sacrificar los animales que no podían mantener durante el invierno y regaban
la tierra de sus campos con la sangre, como ofrenda a los dioses, y obtener así una buena cosecha al año siguiente.
El otro aspecto que se celebraba
en Samhain, y que ha
perdurado hasta nuestros días, es el del contacto con la muerte y el mundo de
los espíritus. La noche del 31 al 1, era cuando llegaba la noche de los espíritus,
abriéndose un paso entre un universo y otro, un momento de vacío y
desequilibrio, en el que las leyes de la naturaleza no existían, y el velo que separaba el
mundo de los vivos con el reino de los muertos caía. Por tanto, podía haber comunicación
entre ambos, pudiendo la gente reunirse con sus antepasados fallecidos, pero a la
vez, los espíritus malignos podían dañarles.
Todo el pueblo celta se reunía en
un gran banquete, con carne asada, verduras y frutas de la temporada. Se dejaban asientos libres y las puertas abiertas para que los muertos pudieran participar
en la celebración. Se encendían velas para ayudar a las almas de los muertos a
encontrar el camino hacia la luz y el descanso junto al dios Sol, en las
Tierras del Verano.
Los druidas de la tribu se pintaban
la cara y se vestían para comunicarse con los muertos, convirtiéndose en los “embajadores
de la muerte”, y pasando casa por casa. Se iluminaban con unas linternas hechas con
nabos y pedían ofrendas de comida para ofrecer a los espíritus y tenerlos
contentos y que estos no atormentaran a los vivos. Esta vieja tradición evolucionaría con el paso del tiempo convirtiéndose en la costumbre de los niños que, disfrazados, van de
casa en casa pidiendo dulces, con la frase de “truco o trato”.
Pasaron los siglos y llegamos a
la época en que Roma comenzó a conquistar el mundo, y tras la romanización de
las poblaciones célticas – salvo las tierras de Irlanda – los dioses y druidas
celtas desaparecieron. Pero la festividad de Samhain continuó celebrándose y conservando algunos ritos, excepto los de sacrificios de animales y de la sangre.
Con la llegada del
paleocristianismo, la tradición pagana continuó celebrándose en las antiguas
regiones celtas, y las tradiciones se extendieron por la Europa medieval.
Fue pasando el tiempo y
llegó el auge del cristianismo, y esta fiesta pagana se cristianizó con el
nombre de Todos los Santos, cuya
traducción al inglés es All hallow´s Eve,
que significa “vigilia de todos los santos”. La denominación sajona se
contrajo, formando la palabra: Halloween.
En esta festividad se celebraba misa,
se llevaban flores a los familiares difuntos y se pasaba la noche en vela
meditando sobre la vida y la muerte, o contando historias de almas en pena,
mientras se comían mazapanes y bebían licores ligeros, para ayudar a mantenerse despierto toda
la noche.
Panellets de morts y Moscatel, un licor ligero. |
Huesitos de Santo. |
El
origen de los Panellets de Morts y Huesitos de Santo es, pues, de época medieval. Unos
representaban aquellas ofrendas votivas que se dejaban a los difuntos y los
otros a los huesos de nuestros antepasados. Estos dulces habían pasado de ser ofrendas al
otro mundo a ser alimento de los vivos.
Pero, mientras en la España
medieval, nosotros teníamos estas costumbres, en Irlanda siguieron con la tradición celta de la noche de Samhaim, manteniéndola sin modificar, ni por los romanos, ni por la Iglesia católica
medieval, desde el año 100 d.C.
Llegó el siglo XVIII,
y empezaron a llegar a Estados Unidos los primeros inmigrantes irlandeses, llevando consigo su cultura, tradiciones, y como no, su noche de Samhain. Al principio, su fiesta sufrió
una fuerte represión por parte de las autoridades, pero, a finales del siglo
XIX, llegó otra oleada de inmigrantes de origen céltico, y fue entonces cuando la
fiesta fue tomando fuerza y se popularizó la famosa leyenda de Jack O´lantern.
Linterna calabaza o Jack O´Lantern |
Desde entonces, esta historia del
tenebroso candil de Jack, ha ayudado a contar historias de fantasmas y a realizar travesuras y bromas. La gente comenzó, también, a confeccionar
disfraces para Halloween inspirándose
en las historias antiguas que contaban los irlandeses.
La leyenda era llamada Jack of lantern – Jack de la linterna –
pero pasó a ser conocida como “Jack O´Lantern”, y la historia relata lo
siguiente:
<< En las tierras de Irlanda habitaba un hombre llamado Jack. Era un tacaño pero astuto granjero y también muy borracho, que engañó a todo el mundo incluido al Diablo.
Estando Jack en la taberna se presentó el Diablo y le dijo que había llegado su hora. Jack le dijo: "Si en verdad eres el Diablo, podrás convertirte en una moneda de plata." Y así lo hizo. En ese momento el hombre tomó la moneda y la guardó en su bolsillo donde tenía una cruz.
Jack había ganado y el Diablo le dijo que podía pedirle un favor. "Quiero 10 años más de vida" le dijo el granjero y el Diablo se lo concedió.
Pasado los 10 años, el Diablo volvió para llevarse el alma del granjero. Pero Jack le dijo que antes le ayudara a coger las manzanas de su huerto y el Diablo se subió a un manzano para cumplir la tarea, pero astutamente Jack rodeó el árbol de cruces y el Diablo no pudo salir de allí. Jack había ganado de nuevo.
"Has vuelto a ganar. Pídeme lo que quieras y te lo concederé." le dijo el Diablo.
"Nunca más tocarás mi alma" le pidió el Hombre. Pasaron los años y Jack murió y por ser un hombre ruin y pernicioso no fue admitido en el cielo, así que descendió a los Infiernos y allí el diablo le recordó la promesa: "Tu alma solo es tuya, y no puedo tenerla y si quieres el descanso ve a buscarlo por tu cuenta." Nada más decir estas palabras el Diablo le lanzó unas brasas eternas del Infierno y Jack con un nabo fabricó una linterna para alumbrar su caminar, mientras va vagando sin cesar. Sin que nadie pueda tocar a Jack O´Lantern. >>
El errante Jack O´Lantern. |
Linternas hechas con nabos. |
Las animetes flotando en aceite y en antiguas cajas. |
Los antiguos valencianos tenían la creencia popular, -algo que ya hacíamos desde tiempos inmemoriales - de que el día de Todos los Santos al anochecer, las almas del Purgatorio volvían por un día a las casas que habían habitado, y al día siguiente, regresaban al mundo al que ahora pertenecían. Por eso, si no se encendían las animetes las almas en pena se podían perder por el camino hacía el cielo. Se pensaba, también, que ascendían al cielo entre Todos los Santos y el Día de Difuntos. De ahí la tradición de encenderlas la noche entre ambos días. Pero, era algo muy importante el encender una por cada familiar perdido que se tenía, y que éstas se mantuvieran encendidas desde el día de Todos los Santos hasta el mediodía del Día de Difuntos, el día 2 de noviembre.
El día de Todos los Santos era, en nuestras tierras, una jornada de estar en casa, al lado del fuego. Era momento de recogimiento, de reflexión sobre la muerte. Se dejaban ofrendas votivas junto a las animetes para alimentar a los espíritus de los familiares. La visita al cementerio era obligada, junto a la ofrenda de flores en las tumbas de los familiares. Se solían estrenar ya las prendas de abrigo, el invierno empezaba a hacer su aparición. Después, se reunían todos los familiares en casa a comer, y en la sobremesa se tomaban esos dulces característicos de la época, como los Panellets de Mort o los Huesitos de Santo.
Llegamos al siglo XX, y las películas americanas de los años 70 y 80 trajeron a España costumbres y modas estadounidenses, entre ellas la de la celebración de Halloween, bastante más divertida y alocada que las costumbres de nuestros abuelos.
La fiesta de Halloween carece ya de sentido religioso, formando parte de una
sociedad y cultura consumista, como resultado de una fiesta ancestral reconvertida en un evento
de ocio, que nada tiene que ver con las tradiciones celtas, y que
ha hecho olvidar las tradiciones de nuestros antepasados cristianos.
Solamente, dura una noche la fiesta, en la que la gente se reúne con amigos y familiares para pasarlo bien,
organizando cenas temáticas, en las cuales todos se disfrazan. Precisamente,
es por ello, que no debemos olvidar su verdadero origen. Tal vez, gracias a los
americanos, haya llegado la versión pagana de esta fiesta a nosotros pero, como
ya he dicho antes, solamente son rituales celtas sacados de contexto: los
embajadores de la muerte que se disfrazaban y pedían comida, ahora son niños que piden golosinas.
Mientras, las Jack O´Lanterns para
amuleto protector y que otorgaban luz en esta oscura noche, se han convertido en
el símbolo representativo de la fiesta.
Hoy día, Halloween es una fiesta internacional de la que no
debemos ignorar su origen. En Irlanda se sigue celebrando cada año como la
noche de Samhain, y que poco a poco
vuelve a sus orígenes con más fuerza cada año.
Aquí en Valencia, estaría bien
volver a nuestras tradiciones. Aunque también participemos en la fiesta de Halloween, podríamos recuperan la comida familiar después de la visita al cementerio y la ofrenda floral a nuestros difuntos , y por supuesto dejar encendida una
vela por cada uno de nuestros seres queridos .
Por último, callejeros, da igual que seáis paganos y celebréis Samhain, o sigáis la moda de Halloween , o seáis creyentes católicos: Recordad, no dejéis que cuenten viejos pétalos de plástico.
Cementerio de Valencia. Fotografía propia. |
Excelente artículo.
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