Vicente Blasco Ibáñez en su despacho, en su casa de la Malvarrrosa (Valencia) |
POBLADOS MARÍTIMOS
Malvarrosa
Callejero, tal día como hoy, un 29 de enero en el año 1867, nació uno de los más ilustres valencianos, Vicente Blasco Ibánez, en el número 8 de la calle de la Jabonería Nueva, cerca de la calle Pie de la Cruz, en la trastienda de una tienda de comestibles donde vivían sus padres Gaspar Blasco y Ramona Ibáñez.
Los padres de Blasco Ibañez |
Casa natalicia del escritor. |
En esta época, fue cuando surgió su
pasión por la lectura. Le gustaba consumir sobretodo el género romántico – tan
de moda en la época – y entre sus escritores favoritos se encontraba Victor
Hugo. El joven Blasco tenía una gran imaginación, que demostró a la hora de escribir sus novelas durante los años siguientes.
Cuando apenas contaba con 16
años, decidió escaparse de casa y marcharse a Madrid, a vivir por su cuenta. Una
vez en la capital, trabajó en la casa del escritor Fernández González. La
vida en las calles madrileñas le sirvió para iniciarse en el arte de escribir
y publicar sus primeros escritos, pero sin mucho éxito.
En 1884, tras no encajar en el
ambiente literario de Madrid, bien por su juventud, bien porque no conocía a
nadie, cedió a las suplicas de su madre y regresó a Valencia, donde
continuó escribiendo, esta vez en valenciano, llegando a publicar algunos
relatos como La Torre de la Boatella,
en la revista de Lo Rat Penat que
dirigía Constantí Llobart, ganando uno de los accésits de los premios de los Jocs Florals. En su lengua materna, siguió escribiendo En la porta del cel y
Lo darrer esforç. Un poco más tarde
continuó escribiendo, pero esta vez ya en castellano, las novelas
de: Fantasias, El adiós de Schubert, El
Conde García Fernández, Aventurras venecianas, Por la Patria, La muerte de
Capeto, Marimori, Un idilio nihilista y Fátima.
En los Juegos Florales, de 1888, se le premió el trabajo Hugo de Moncada. Se licenció en derecho
en la Universidad literaria de Valencia, donde cursó los estudios completos,
aunque nunca ejerció como abogado. Estudió leyes más por el empeño de sus
padres, que por vocación, que querían que hiciera algo serio en su vida, pues lo veían con
demasiada imaginación y fantasía.
Sus dos grandes vocaciones en la vida siempre fueron la literatura y la política. Se afilió primero al partido
Republicano Federal. Precisamente, a los ideales republicanos dedicó sus
primeros artículos de política, en el semanario La bandera federal que fundó él mismo. En 1890, instigó en diversas
acciones y manifestaciones contra el Gobierno que presidía Cánovas del
Castillo, y siendo perseguido por la Justicia, se exilió durante unos meses
en París.
Fotografía de su boda |
En esta época, escribió y
publicó sus trabajos literarios más políticos: La araña negra, Viva la República y Catecismo del buen republicano. Tras ser derrocado en las elecciones
en las que se presentó por el distrito de Sueca, Vicente Blasco Ibáñez fundó el
12 de noviembre de 1893, el diario El
Pueblo¸ que puso al servicio de sus dos preferencias vitales, la
literatura y la política. Desde sus páginas iba orientado al republicanismo
valenciano, impartiendo doctrina e instrucciones.
Instigó su particular guerra
contra sus adversarios políticos, al tiempo que escribiría toda su obra
literaria en entregas, para luego esos folletines recopilarlos en libros.
Consiguió así instaurar una corriente de pensamiento
dentro del republicanismo, conocido como blasquismo,
y sus seguidores blasquistas,
que arraigó sobretodo en la zona de La
Ribera.
Este movimiento se convirtió en
la base de un partido independiente creado por él mismo. En 1896, a consecuencia
de sus acciones políticas se vio obligado a exiliarse a Italia, donde aprovechó
para escribir En el país del arte.
Su carrera política perjudicó su
vida literaria y personal, aunque él amaba tener esa vida convulsa. Su devaneo político también hizo que no le concedieran el Premio Nobel de
Literatura, pues ideales republicanos y antimonárquicos fueron utilizados en su
contra por los gobiernos de turno, para que el rey de Suecia nunca le concediera el galardón.
En 1898, fue elegido Diputado a
las Cortes por Valencia, escaño para el que fue reelegido también en las
legislaturas de 1901, 1903, 1905 y 1907. En su época como diputado escribió: El Juez (1894), Arroz y tartana (1894), Flor
de Mayo (1896), Cuento valencianos
(1896), La Barraca (1898) – que fue traducida al francés y sirvió para darle a conocer en Europa – Entre naranjos (1900) que la escribió en
una casa de campo en Alzira, La Condenada
(1900) y Cañas y barro (1902)
Esta fue una larga serie de
novelas de temática valenciana, que constituyen un gran testimonio etnológico, ya que describen fielmente las costumbres, tradiciones, usos y normas de la Valencia del
siglo XIX.
En 1904, cansado de las lides
políticas desarrollas en Valencia, y quemado por su vida agitada, se marchó a
Madrid, donde decidió dedicarse solamente a la literatura, olvidándose de la
política. Instalado ya en la capital, abandonó los temas costumbristas
valencianos, para desarrollar tesis y temas sociales. En esta época fue cuando
escribió La Catedral (1905), La Horda (1906), en ese mismo año el
Ayuntamiento lo declaró Hijo Predilecto de la Ciudad y le hizo un
homenaje. Y en Francia, el presidente de la
República le nombró Caballero de la
Legión de Honor.
En esta época inició el ciclo psicológico con La maja desnuda (1906), Sangre
y arena (1908), Los muertos mandan (1909)
y Luna Benamor (1909).
En estos años, compaginó su
carrera literaria con conferencias, como las de Argentina, Chile y Paraguay.
Durante su viaje por Argentina |
Instalado en París, se dedicó a escribir las crónicas de la recién estallada Primera Guerra Mundial. Este echo le influenció en sus siguientes obras: la Historia de la guerra europea, Los cuatro jinetes del Apocalipsis (1916), Mare Nostrum (1918) y Los enemigos de la mujer (1919), Los cuatro jinetes del Apocalipsis, fue convertida en guión el cinematográfico de una película.
En Estados Unidos, fue investido doctor honoris causa por las Universidades de Washington y México. Volvió a Francia, esta vez se instaló en Menton desde donde, en 1921, viajó a Valencia para recibir numerosos homenajes. De vuelta en Francia volvió a escribir, ahora sobre temas españoles, calificados de poca calidad, como El paraíso de las mujeres (1922), La reina Calafia (1923), El Papa del mar (1925), Una nación secuestrada, La tierra de todos, El militarismo mejicano, Los enemigos de la mujer. Blasco publicó gran parte de sus obras en la Editorial Prometeo.
El escritor recién fallecido en su lecho. |
Finalmente, la víspera de su 61 cumpleaños, el 28 de enero de 1928, falleció en Menton Fontana Rosa, y no fue hasta el 29 de octubre de 1933, cuando sus restos mortales fueron trasladados a Valencia, a bordo del buque insignia de la Armada Española “Jaime I”, siendo recibidos en el Puerto por el pueblo valenciano, el presidente de la Repúplica, Alcalá Zamora y todo el Gobierno, para ser inhumados en un nicho del cementerio de la ciudad, en el que se puede leer:
Quiero reposar en el más modesto cementerio valenciano, junto al Mare Nostrum, que llenó de ideal mi espíritu, quiero que mi cuerpo se confunda con esta tierra de Valencia, que es el amor de todos mis recuerdos.
Lápida de la tumba del escritor en el cementerio general de Valencia. |
De este modo, quedo vacío el sarcófago que Mariano Benlliure le talló a su querido amigo, y que después de exponerse durante años en el convento del Carmen, ahora ha sido trasladado el museo de Bellas Artes San Pío V. Pero, la historia casi novelesca de las tumbas de Vicente Blasco Ibáñez es otro capitulo más en nuestra historia, que muy pronto conocerás...
Buenos días,
ResponderEliminarMuy interessado en su artículo, me gustaría procurarme los Cuentos que Blasco Ibañez escribió en su lenga materna el valenciano.
Quiero compararlo con el occitano que conozco.
Muchas gracias.
Bien hecho Isabel. Que tengas in buen dia.
ResponderEliminarMuy interesante Isabel. Que tengas un buen dia
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