AVISO: La redacción de estos artículos se
realizaron durante la epidemia del COVID-19. Están tipo "novelados"
imitando un antiguo cuaderno de un viajero del tiempo. Para
entretenimiento de un grupo de amigos de Puçol y dedicados a ellos.
Año de Nuestro Señor 2020, décimo día del mes de
abril.
He pasado toda la mañana de ayer y la noche en la
casa parroquial. Los síntomas del día anterior han empeorado. No sé cómo
sentirme. Feliz por no haberme infectado por la epidémica, pero con tristeza,
pues tengo un mal aún peor. Algo que, según me ha comentado un vecino galeno
del párroco, se llama alergia de primavera.
Tengo que aprender a convivir con un mal que se ha
apoderado de mi cuerpo: me afecta respirar el aire de la primavera impregnado
del aroma de las flores. ¡Maldición! ¿Dónde quedarán mis paseos por el campo?
El galeno me ha dicho que no me preocupe, que existe
una medicina que evita que sientas los síntomas de la alergia. Me ha dado un
pequeño paquete y me ha enseñado cómo debo tomarla.
Ahora ya es momento de continuar con la ruta.
Consulto el plano, la siguiente cruz no está muy lejos, pero aun así es un buen
paseo. La zona no es nada bonita, o por lo menos a mi parecer. Solamente son
viviendas de esas en forma de arcas cuadradas, pero de muy baja calidad, la
gente que vive en ellas son gente de bajos recursos económicos, en las afueras
de Valencia.
Y, según he oído decir al galeno, en ciertos
callejones a ciertas horas se puede encontrar «medicinas» y unas hierbas
«marianas» que te pueden ayudar con los males del alma. Pero los mercaderes que
las venden —que también deben comercializar con camellos— no son gente de fiar.
Que mejor no hable con nadie, si es que eso es posible, pues es poca la gente
que veo en mi caminar.
Vuelvo a pasar por el rebaño de esos transportes
gigantes y rojos. Me han dicho dicho que se llamaban «autobuses» y sirven para
trasportar a las personas por la ciudad. Lo que yo pensaba: suben allí arriba
como si fueran borregos en un carro. Creo que será mejor no aventurarme a tomar
uno de ellos.
Paso de largo y sigo caminando junto a unos muros; a
mi izquierda, hasta donde se pierde la vista, hay un muro alto de piedra y
ladrillo con los escudos labrados de la ciudad de forma simplificada.
Sobresalen de lo alto del muro unos cipreses que agitan sus puntas con la
ligera brisa. Mis ojos rápidamente empiezan a llorar y mis pulmones se siente
muy pesados.
Sigo y sigo caminando hasta que puedo doblar la
esquina de ese muro. No me sorprendo cuando veo más muro idéntico y sigo
caminando, bordeándolo, pues al fondo de la calle, ya veo algún edificio de
viviendas.
Finalmente, descubro que ese muro es el muro al que
tienen tanto miedo las personas, es el muro que guarda las Villas de Reposo
Eterno; sobre la puerta, con la reja que representa una lechuza, puedo leer el
rótulo, un escalofrío me recorre por dentro: «Cementerio Municipal de
Valencia».
Cruzo la calle sin pensar, para alejarme de ese
lugar, y me enfrento a la puerta de una tienda de flores que a mi agradecer
apenas tienen en las vasijas azules, solo unos claveles y unas rosas, salgo
corriendo por un callejón denominado Tomás de Villarroya.
Ha sido salir de la sartén para caer en las brasas.
Es un campo: mis ojos comienzan a emborronarse la vista por las lágrimas y toso
con fuerza. Me tropiezo y caigo al suelo, la nube de polvo se levanta levemente
a mi alrededor y estornudo. Me froto las rodillas me escuece la herida.
Aún queda un poco más para salir a un ancho rio de
asfalto negro, con árboles y zonas de jardín por las sendas de los viandantes.
Busco las líneas blancas del suelo y las salto en cuanto el farol se prende en
verde. Llego a un pequeño parque con un camino sinuoso y consulto el plano de
nuevo. Solo tengo que seguir la calle de Tomas de Villarroya hasta el final.
No termino aun de recorrer la calle cuando veo ante
mí la Cruz Cubierta del Camino de Xàtiva, más conocida por la gente del barrio
como la «Creu Coberta».
Se encuentra en medio de una vía para carros de
metal. No me atrevo a cruzar hasta allí, así que desde la zona donde me hallo
saco un pliego de papel y lo apoyo sobre la fachada del edificio que tengo a mi
vera. Comienzo a trazar rápidamente el boceto de lo que ven mis ojos.
Ilustración: Isabel Balensiya. |
A continuación, añado la descripción de todo: Obra
gótica realizada en 1376 por un autor desconocido. Joan del Poyo y el tallista
Johan Llobet, en 1432, la renovaron por petición de la Fábrica de Murs e Valls.
En el siglo XVI, el templete volvería a ser
restaurado y, en 1898, José Aixá realizó una reconstrucción completa de la
obra. Es de bóveda gótica de crucería octopartita, la plementería se decora en
color blanco y dorado en la línea de los nervios. En su origen, policromada por
Nicolás Querol.
El tejado es de chapitel de teja vidriada roja y
azul. Los arcos son ojivales, en la clave de la bóveda el escudo de la ciudad.
Cuatro contrafuertes sujetan el casalicio.
Sobre una basa circular, tenemos el pilar octogonal
de la cruz, que es de piedra con adornos tallados figurativos, muy del estilo
gótico-renacentista. Aparece la iconología clásica de la Virgen y San Juan.
También Dios con dos orantes a los pies. Además, en el capitel hay santos y
escudos de la ciudad coronados.
Camino calle abajo hacía la avenida que anteriormente
he dejado; una vez ahí, sigo caminando en recto, hacía el este por la calle
llamada Fernando Abril Martorell. Según el plano, está muy próxima la siguiente
cruz, pero tal vez antes busque un lugar donde descansar unos minutos, comer
algo y tomar el medicamento para este nuevo mal que me persigue.
Miro al cielo y tengo fe de que esto pronto acabe.
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COMENTARIOS
DE LOS AMIGOS DEL GRUPO CLUB DE HISTORIA DE PUÇOL
10 de abril
2020. Capitulo: Camino Viejo de Xàtiva
Chimo: Es increible la gran cantidad de
datos historicos y arquitectonicos con que documentas tus visitas a las cruzes
y los mil detalles que nos ofreces en tu rrecorrido, como el de la lechuza a la
entrada del cementerio, maravillosos tus relatos.
Pilar Alberti: Genial. Isabel.
Pilar Aznar: enhorabuena
Isabel
Rosa Ruiz: Bravo
Isabel!
Susana: Gracias
Isabel.
Mati: Gracias
Chimo Collado: Un
aplauso Isabel
Enrriqueta: Muchas
gracias por la compañía tan interesante de tus relatos.No me canso de leerlos y
hasta mañana.
Mari Carmen:
Bravo
Angeles Varona:
Genial Isabel
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