AVISO: La redacción de estos artículos se
realizaron durante la epidemia del COVID-19. Están tipo "novelados"
imitando un antiguo cuaderno de un viajero del tiempo. Para
entretenimiento de un grupo de amigos de Puçol y dedicados a ellos.
Año de Nuestro Señor 2020, octavo día del mes de
abril.
¿Qué es esa mole de color azul? Prácticamente al
fondo de la calle veo una gran masa azul, enorme. Me pica mi curiosidad, y como
según el mapa de rutas debo caminar en esa dirección, acelero mis pasos para
poder llegar antes hasta allí.
El cielo esta mañana está nublado, las nubes grises
se escampan como una sábana sucia por encima de las calles. Apenas hay gente
por las calles, en ocasiones se ve a alguien que lleva atado un perro, u otros
individuos que cargan con bolsas negras o celestes y las introducen en enormes
arcas de diferentes colores que se encuentran de tanto en tanto. Me acerco a
ellas y e desilusiono al comprobar que son pequeños basureros donde depositar
la basura de la gente.
Vuelvo a caminar hasta al final de acera y me
encuentro con esas plazas redondas que colocan en medio de los caminos de
asfalto. En ella se alza una gran mole de color azul noche. Parece la imagen de
la cabeza y busto de una mujer con un extraño tocado. Me persigno sin duda
Beniferri es el territorio de los paganos y el infierno. ¿Cómo han permitido
poner ese icono pagano tan grande en mitad de la ciudad?
Continuo mi caminar barruntándome que más cosas me
espera encontrar. Ya he descubierto unas cuantas, como el uso del transporte
público, el café o esos dulces redondos como el oro llamados donuts.
Aprieto el paso quiero salir pronto de esa zona,
finalmente llego a una vía amplia, la reconozco enseguida, es el linde de la
ciudad con la huerta de Campanar. Busco esas franjas blancas pintadas en el
asfalto y espero que el farol encienda su luz en verde. Ahora tranquilamente
cruzo las vías de los carros de metal. Eso sí, procuro ir saltando de raya en
raya, sin pisar lo negro. No fio y esas rayas albinas me dan cierta
tranquilidad.
Suspiro profundamente cuando llegó a tocar la tierra
de campo bajo mis botas. Pero esta vez no la voy a cruzar, solo tengo que
caminar en paralelo a la huerta con una ancha vía de un maestro llamado
Rodrigo.
De repente, me quedo maravillado. Por un momento, he
viajado por arte de magia a un bosque que me recuerdan de esos que hay en el
Camino de Santiago. Hay muchísima vegetación verde de árboles y grandes
extensiones de pasto. Más adelante, un inmenso lago donde veo como nada los
patos. ¡Virgen Santa! Veo unos enormes patos con unas cabezas el doble de
grande de la mia ¿Qué comerán esas bestias? Prefiero no quedarme a averiguarlo
y cojo con fuerza el saco sobre mi hombro y echo a correr tan rápido como
pueden mis piernas.
Paro en seco al ver un inmenso y extraño edificio.
¿Me habré equivocado de camino? Estaré en Beniferri. Un rótulo sobre un murillo
de ladrillo y azulejos me saca de mis dudas «Mislata».
No, he tomado el camino correcto. Miro de reojo el
edificio y cruzo unos setos de margaritas de colores, bajo unos árboles con
troncos con punchas y flores de color rosa y manchas amarillas.
En mitad de la vía de los carros, una plazoleta de
piedras blancas y plantas diversas tiene unas enorme letras de metal con el
nombre de la población.
Me dirijo a una estrecha escalera y asciendo a una
plaza porticada por unos arcos de ladrillo y unas rejas negras. Cruzo la plaza,
mis pisadas resuenan contra el suelo, no se oye el trino de los pájaros ni el
murmuro del agua. Pues la fuente está seca.
Finalmente halló la cruz, para mi alegría es de las
antiguas de estilo barroco. Bajo rápidamente corriendo las escaleras y doy un
pequeño traspiés. Oigo desde un balcón: ¡ten «cuidao» que te vas a matar! No
presto atención pues mi alegría es muy grande. Es la última cruz antes de
adentrarme a la ciudad de Valencia.
Saco el trozo de pliego correspondientemente en
blanco y me siento en un banco cercano a ella a dibujar, esta vez me centro en
el dibujo añadiendo más detalles de la plaza donde está protegida del paso del
tiempo.
Ilustración: Isabel Balensiya |
Se trata de una construcción gótica de 1381, obra de
la Fábrica de Murs i Valls, por orden expresa del rey Pedro IV el Ceremonioso.
La viguería de madera fue fabricada en 1433 por Juan
de Poyo, junto al imaginero Juan Llobet —Los mismos que hicieron la techumbre
de la salda dorada de la Casa de la Ciudad y que ahora está en la Lonja—.
La cruz se levanta sobre un podio circular de cuatro
escalones. La columna e octogonal con un capitel labrado por todas las caras
con imágenes de San Vicente Ferrer, San Miguel, La Virgen de los Desamparados y
San José. A parte de los escudos de la ciudad.
Sobre el capitel dos figuras de la Virgen María y San
Juan están en mal estado de conservación y la cruz de hierro. Curiosamente
tiene 8 y no 4 brazos. Obra moderna de la década de los años 40, pues la
original fue destruida en la guerra.
Todo ello está cubierto por un casilicio formado por
cuatro grandes arcos apuntados, obre contrafuertes de sillería. En el interior
están decorados por delgadas columnillas con capiteles vegetales. La techumbre
de madera está cubierta por un tejado piramidal de color azul de Manises con
una bola herreriana en el vértice. En el año 2005 fue restaurada por el
Ayuntamiento de Valencia.
Acabo de escribir las últimas líneas y me guardo el dibujo
con los demás. Me acomodo en el banco y saco algo de comer de mi saco. Hay que
llenarse de energía positiva y alimento. Me centro en meditar también un rato.
La próxima cruz hay un largo camino para llegar.
Me palpo la faldriquera y noto la estampa de colores
del llamado tren subterráneo. Tal vez haya que volver a aventurarse en las
profundidades de la tierra. Cierro los ojos y rezo. Hoy es Miércoles Santo.
COMENTARIOS
DE LOS AMIGOS DEL GRUPO CLUB DE HISTORIA DE PUÇOL
8 de abril
2020. Capitulo: Mislata
María Jesús: Encantador una vez mas.
Gema: Gracias Isabel.
Enrriqueta: Esta cruz es preciosa.Y el
relato,como siempre,muy ameno .Gracias por
tu trabajo,Isabel.Es de agradecer.
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