Año 2020, segundo día del mes de abril.
Debía de haber cogido
frío ayer al caminar, o tal vez mientras descansaba en ese carro de metal, pues
cuando el cuñado del tabernero llegó a Massarrojos me despertó preocupado, pues
me encontraba muy mal. Al abrir los ojos la luz me hirió la vista me estallaba
la cabeza. Tan solo habían pasado 10 minutos desde que había guardado mi
anterior dibujo y adormecido entre las cajas de fruta. Pero había sido tiempo
suficiente para destemplarme.
Tomando las medidas pertinentes
me pregunta si tengo los síntomas de aquella epidemia que campaba a sus anchas
por el reino. Le digo que no, solo siento dolor de cabeza y escalofríos.
Solamente tengo que descansar un rato. El hombre me ayuda a bajar de aquel transporte
y me regala un saco con varias piezas de fruta que va a repartir al asilo de
ancianos de Santa Teresa. Me recomienda que busque refugio, algún lugar para
descansar y que no diga en la posada que me encuentro mal. Que lo achaque a la
fatiga de mi caminar. Le doy las gracias y me deja en una de las calles del
pueblo.
Massarojos se llama
esta villa, un nombre que según dicen es porque en el pasado había demasiados
habitantes pelirrojos. Si lo escuchara el anciano párroco de mi pueblo se
santiguaría siete veces, pues las personas con cabellos rojos son hijos de
Lucifer.
A cada paso que doy por
la villa, más me duele la cabeza. El ojo izquierdo parece querer escaparse de
su fosa y en momentos me parece que así es y cae al suelo y rueda calle abajo
hasta perderse…
Durante tres o cuatro segundos
que dejo de inspirar y expirar aire de mis pulmones, el repicar de mi cabeza
cesa. El cubrebocas me agobia pues evita que entre el aire fresco directamente
a mis narices. Pero no me voy a arriesgar a quitármelo.
Afortunadamente
encuentro a un hombre que esta caminando con un estrecho pan sobresaliendo de
una bolsa tejida de vivos colores. A unos cuantos metros le hago detenerse inquiriéndole
sobre la dirección que me había apuntado en un papel el cuñado del tabernero. Había
mirado en esa delgada cajita plana oscura, un aparatito mágico que no solo
sirve para consultar mapas como un brújula, sino que también puede indicar
lugares donde alojarse entre muchas otras cosas. Me había buscado un alojamiento
en una casa de la villa. Se trataba de una señora que alquilaba las habitaciones
a los viajeros. Había contactado con ella por obra de magia a través de su
brújula mágica, por donde salía la voz de esa mujer y después de convencerla
había permitido que un peregrino se hospedara por una noche en su casa, aún en
tiempo de epidemia.
El hombre me indica que
tengo que llegar al final de la calle, por donde había rodado mi ojo en mi delirio
febril y girar a la izquierda. Es una casa de color amarillo con ventanas llenas
de flores, la dueña de la casa se llama Susana. La conoce pues es amiga de su
esposa. Le doy las gracias y marchó hasta allí.
Golpeo la puerta una y
otra vez. No hay respuesta. Espero un poco e insisto de nuevo. Al instante
escucho como el cerrojo del portón de madera valenciana corre y se abre. Pongo
mi mejor cara para disimular mi malestar. Ante mi veo una mujer menuda, de
mediana edad con un cabello de un color vibrante como una granada cuajada. Sonrío
para mis adentros. Va a ser verdad lo que dicen de este pueblo.
La susodicha Susana me
invita a pasar a su cocina y me sirve una taza de un líquido caliente y oscuro,
pero muy aromático. Su sabor fuerte pero dulce me calienta el cuerpo, de tanto
en tanto rosego unos dulces secos y redondos que dejan en mi paladar un regusto
a naranja y agua de azahar.
Mientras tomo ese caldo
que cae sobre mi como una bendición, le cuento mi cometido de ir visitando las
cruces. Después me enseña el cuarto donde pasaré la noche. Nada más toco ese
blando jergón caigo el más profundo de los sueños.
Al amanecer me siento
mejor, el frio ha abandonado mis huesos y la pócima mágica que he descubierto
en casa de Susana hizo que mi cuerpo se llenara de energía como nunca.
Camino hasta las afueras
del pueblo, allí escondida entre la maleza de un jardín encuentro la valiosa
cruz de piedra. Simple pero bella, con apenas 120 años de antigüedad. No es muy
alta y de piedra blanca como la nieve.
Rebusco entre mis ropas
y extraigo otro pliego de papel y allí entre la vegetación de este jardín
comienzo a trazar el dibujo de lo que ven mis ojos. Como ya es costumbre anoto
una descripción breve sobre el monumento.
Sobre una base octogonal formada por dos
gradas, se levanta una columna aristada, su base se encuentra sobre un tronco
piramidal con molduras, mientras que la superior ostenta un capitel sobre el
que se eleva la cruz con brazos aristados y las puntas forman tres puntas.
El monumento tiene una inscripción que
reza: “Año 1939. Recuerdo a mi abuelo. Regnavit a Ligno Dues” Se trata pues de
otra cruz sustituta de la perdida en aquella guerra que destruyó el arte
religioso. En esta ocasión fue pagada por Joan Senent Ibáñez quién la pagó de
su propio bolsillo. Un hombre culto, pues el latinajo que acompaña la
inscripción es del himno “Vexila Regis” y significa: desde la madera, reinó
Dios
Ilustración: Isabel Balensiya |
Guardo el pliego y alzo la vista al cielo
que parece volver a querer descomponerse. ¿y ahora como viajo hasta Godella?
Observo el plano extendido sobre el banco de piedra del jardín, mientras
saboreo la dulce frescura de una manzana de mi saco.
Levanto la vista y recorro mis
alrededores. Ojala encontrara a alguien que me indicara por donde proseguir mi
camino. Un gota de lluvia cae sobre mi mano.
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COMENTARIOS DE
LOS AMIGOS DEL GRUPO CLUB DE HISTORIA DE PUÇOL
2 de abril
2020. Capitulo: Masarrojos.
Mati: un placer leerte.
Josefa Caji: Espectacular, me encanta leerte todos los días.
Tienes arte para escribir, enganchadas.
Sabin: Hummm... Bonito viaje. Lástima no hacerlo en
autobús... Yo sé cómo llegar a Godella.Por si le interesa a tu peregrino.
Manoli: Gracias.
Gema: Muy bonita idea Isabel. Es muy imaginativa e
interesante. No sabía que hubiera tantas cruces en las entradas a Valencia.
MJ: gracias.
Susana: Muchas gracias, Isabel.
María Jesús: Me engancha todos los días.
María Esperanza: Muy interesante el relato.
Mari Carmen: Esperado el de mañana.
Pilar: un buen relato. Enhorabuena.
Antonia: Gracias por estos minutos tan agradables.
Pilar Alberti: Gracias Isabel. Estupendo poder salir contigo
a diario.
Julia: Muchas gracias
Mari Carmen: Guau interesantísimo.
Luz: Me resulta muy interesante Isabel. Gracias
Enriqueta: Cada vez el relato es más interesante. No podría
perdérmelo ningún día, me encuentro enganchada. Te agradezco mucho tu labor
desinteresada, Isabel. Hasta mañana, con tu misterioso peregrino
Rosa Ruiz: Muchas gracias Isabel
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